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[CyRc] El barril de amontillado - Edgar Allan Poe

El barril de amontillado[Cuento. Texto completo]
Edgar Allan Poe

Lo mejor que pude había soportado las mil injurias de Fortunato. Pero cuando llegó el insulto, juré vengarme. Ustedes, que conocen tan bien la naturaleza de mi carácter, no llegarán a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propósito. A la larga, yo sería vengado. Este era ya un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisión con que lo había resuelto excluía toda idea de peligro por mi parte. No solamente tenía que castigar, sino castigar impunemente. Una injuria queda sin reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparación cuando ésta deja de dar a entender a quien le ha agraviado que es él quien se venga.
Es preciso entender bien que ni de palabra, ni de obra, di a Fortunato motivo para que sospechara de mi buena voluntad hacia él. Continué, como de costumbre, sonriendo en su presencia, y él no podía advertir que mi sonrisa, entonces, tenía como origen en mí la de arrebatarle la vida.
Aquel Fortunato tenía un punto débil, aunque, en otros aspectos, era un hombre digno de toda consideración, y aun de ser temido. Se enorgullecía siempre de ser un entendido en vinos. Pocos italianos tienen el verdadero talento de los catadores. En la mayoría, su entusiasmo se adapta con frecuencia a lo que el tiempo y la ocasión requieren, con objeto de dedicarse a engañar a los millionaires ingleses y austríacos. En pintura y piedras preciosas, Fortunato, como todos sus compatriotas, era un verdadero charlatán; pero en cuanto a vinos añejos, era sincero. Con respecto a esto, yo no difería extraordinariamente de él. También yo era muy experto en lo que se refiere a vinos italianos, y siempre que se me presentaba ocasión compraba gran cantidad de éstos.
Una tarde, casi al anochecer, en plena locura del Carnaval, encontré a mi amigo. Me acogió con excesiva cordialidad, porque había bebido mucho. El buen hombre estaba disfrazado de payaso. Llevaba un traje muy ceñido, un vestido con listas de colores, y coronaba su cabeza con un sombrerillo cónico adornado con cascabeles. Me alegré tanto de verle, que creí no haber estrechado jamás su mano como en aquel momento.
-Querido Fortunato -le dije en tono jovial-, éste es un encuentro afortunado. Pero ¡qué buen aspecto tiene usted hoy! El caso es que he recibido un barril de algo que llaman amontillado, y tengo mis dudas.
-¿Cómo? -dijo él-. ¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Imposible! ¡Y en pleno Carnaval!
-Por eso mismo le digo que tengo mis dudas -contesté-, e iba a cometer la tontería de pagarlo como si se tratara de un exquisito amontillado, sin consultarle. No había modo de encontrarle a usted, y temía perder la ocasión.
-¡Amontillado!
-Tengo mis dudas.
-¡Amontillado!
-Y he de pagarlo.
-¡Amontillado!
-Pero como supuse que estaba usted muy ocupado, iba ahora a buscar a Luchesi. Él es un buen entendido. Él me dirá...
-Luchesi es incapaz de distinguir el amontillado del jerez.
-Y, no obstante, hay imbéciles que creen que su paladar puede competir con el de usted.
-Vamos, vamos allá.
-¿Adónde?
-A sus bodegas.
-No mi querido amigo. No quiero abusar de su amabilidad. Preveo que tiene usted algún compromiso. Luchesi...
-No tengo ningún compromiso. Vamos.
-No, amigo mío. Aunque usted no tenga compromiso alguno, veo que tiene usted mucho frío. Las bodegas son terriblemente húmedas; están materialmente cubiertas de salitre.
-A pesar de todo, vamos. No importa el frío. ¡Amontillado! Le han engañado a usted, y Luchesi no sabe distinguir el jerez del amontillado.
Diciendo esto, Fortunato me cogió del brazo. Me puse un antifaz de seda negra y, ciñéndome bien al cuerpo mi roquelaire, me dejé conducir por él hasta mi palazzo. Los criados no estaban en la casa. Habían escapado para celebrar la festividad del Carnaval. Ya antes les había dicho que yo no volvería hasta la mañana siguiente, dándoles órdenes concretas para que no estorbaran por la casa. Estas órdenes eran suficientes, de sobra lo sabía yo, para asegurarme la inmediata desaparición de ellos en cuanto volviera las espaldas.
Cogí dos antorchas de sus hacheros, entregué a Fortunato una de ellas y le guié, haciéndole encorvarse a través de distintos aposentos por el abovedado pasaje que conducía a la bodega. Bajé delante de él una larga y tortuosa escalera, recomendándole que adoptara precauciones al seguirme. Llegamos, por fin, a los últimos peldaños, y nos encontramos, uno frente a otro, sobre el suelo húmedo de las catacumbas de los Montresors.
El andar de mi amigo era vacilante, y los cascabeles de su gorro cónico resonaban a cada una de sus zancadas.
-¿Y el barril? -preguntó.
-Está más allá -le contesté-. Pero observe usted esos blancos festones que brillan en las paredes de la cueva.
Se volvió hacia mí y me miró con sus nubladas pupilas, que destilaban las lágrimas de la embriaguez.
-¿Salitre? -me preguntó, por fin.
-Salitre -le contesté-. ¿Hace mucho tiempo que tiene usted esa tos?
-¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem!...!
A mi pobre amigo le fue imposible contestar hasta pasados unos minutos.
-No es nada -dijo por último.
-Venga -le dije enérgicamente-. Volvámonos. Su salud es preciosa, amigo mío. Es usted rico, respetado, admirado, querido. Es usted feliz, como yo lo he sido en otro tiempo. No debe usted malograrse. Por lo que mí respecta, es distinto. Volvámonos. Podría usted enfermarse y no quiero cargar con esa responsabilidad. Además, cerca de aquí vive Luchesi...
-Basta -me dijo-. Esta tos carece de importancia. No me matará. No me moriré de tos.
-Verdad, verdad -le contesté-. Realmente, no era mi intención alarmarle sin motivo, pero debe tomar precauciones. Un trago de este medoc le defenderá de la humedad.
Y diciendo esto, rompí el cuello de una botella que se hallaba en una larga fila de otras análogas, tumbadas en el húmedo suelo.
-Beba -le dije, ofreciéndole el vino.
Llevóse la botella a los labios, mirándome de soslayo. Hizo una pausa y me saludó con familiaridad. Los cascabeles sonaron.
-Bebo -dijo- a la salud de los enterrados que descansan en torno nuestro.
-Y yo, por la larga vida de usted.
De nuevo me cogió de mi brazo y continuamos nuestro camino.
-Esas cuevas -me dijo- son muy vastas.
-Los Montresors -le contesté- era una grande y numerosa familia.
-He olvidado cuáles eran sus armas.
-Un gran pie de oro en campo de azur. El pie aplasta a una serpiente rampante, cuyos dientes se clavan en el talón.
-¡Muy bien! -dijo.
Brillaba el vino en sus ojos y retiñían los cascabeles. También se caldeó mi fantasía a causa del medoc. Por entre las murallas formadas por montones de esqueletos, mezclados con barriles y toneles, llegamos a los más profundos recintos de las catacumbas. Me detuve de nuevo, esta vez me atreví a coger a Fortunato de un brazo, más arriba del codo.
-El salitre -le dije-. Vea usted cómo va aumentando. Como si fuera musgo, cuelga de las bóvedas. Ahora estamos bajo el lecho del río. Las gotas de humedad se filtran por entre los huesos. Venga usted. Volvamos antes de que sea muy tarde. Esa tos...
-No es nada -dijo-. Continuemos. Pero primero echemos otro traguito de medoc.
Rompí un frasco de vino de De Grave y se lo ofrecí. Lo vació de un trago. Sus ojos llamearon con ardiente fuego. Se echó a reír y tiró la botella al aire con un ademán que no pude comprender.
Le miré sorprendido. El repitió el movimiento, un movimiento grotesco.
-¿No comprende usted? -preguntó.
-No -le contesté.
-Entonces, ¿no es usted de la hermandad?
-¿Cómo?
-¿No pertenece usted a la masonería?
-Sí, sí -dije-; sí, sí.
-¿Usted? ¡Imposible! ¿Un masón?
-Un masón -repliqué.
-A ver, un signo -dijo.
-Éste -le contesté, sacando de debajo de mi roquelaire una paleta de albañil.
-Usted bromea -dijo, retrocediéndo unos pasos-. Pero, en fin, vamos por el amontillado.
-Bien -dije, guardando la herramienta bajo la capa y ofreciéndole de nuevo mi brazo.
Apoyóse pesadamente en él y seguimos nuestro camino en busca del amontillado. Pasamos por debajo de una serie de bajísimas bóvedas, bajamos, avanzamos luego, descendimos después y llegamos a una profunda cripta, donde la impureza del aire hacía enrojecer más que brillar nuestras antorchas. En lo más apartado de la cripta descubríase otra menos espaciosa. En sus paredes habían sido alineados restos humanos de los que se amontonaban en la cueva de encima de nosotros, tal como en las grandes catacumbas de París.
Tres lados de aquella cripta interior estaban también adornados del mismo modo. Del cuarto habían sido retirados los huesos y yacían esparcidos por el suelo, formando en un rincón un montón de cierta altura. Dentro de la pared, que había quedado así descubierta por el desprendimiento de los huesos, veíase todavía otro recinto interior, de unos cuatro pies de profundidad y tres de anchura, y con una altura de seis o siete. No parecía haber sido construido para un uso determinado, sino que formaba sencillamente un hueco entre dos de los enormes pilares que servían de apoyo a la bóveda de las catacumbas, y se apoyaba en una de las paredes de granito macizo que las circundaban.
En vano, Fortunato, levantando su antorcha casi consumida, trataba de penetrar la profundidad de aquel recinto. La débil luz nos impedía distinguir el fondo.
-Adelántese -le dije-. Ahí está el amontillado. Si aquí estuviera Luchesi...
-Es un ignorante -interrumpió mi amigo, avanzando con inseguro paso y seguido inmediatamente por mí.
En un momento llegó al fondo del nicho, y, al hallar interrumpido su paso por la roca, se detuvo atónito y perplejo. Un momento después había yo conseguido encadenarlo al granito. Había en su superficie dos argollas de hierro, separadas horizontalmente una de otra por unos dos pies. Rodear su cintura con los eslabones, para sujetarlo, fue cuestión de pocos segundos. Estaba demasiado aturdido para ofrecerme resistencia. Saqué la llave y retrocedí, saliendo del recinto.
-Pase usted la mano por la pared -le dije-, y no podrá menos que sentir el salitre. Está, en efecto, muy húmeda. Permítame que le ruegue que regrese. ¿No? Entonces, no me queda más remedio que abandonarlo; pero debo antes prestarle algunos cuidados que están en mi mano.
-¡El amontillado! -exclamó mi amigo, que no había salido aún de su asombro.
-Cierto -repliqué-, el amontillado.
Y diciendo estas palabras, me atareé en aquel montón de huesos a que antes he aludido. Apartándolos a un lado no tardé en dejar al descubierto cierta cantidad de piedra de construcción y mortero. Con estos materiales y la ayuda de mi paleta, empecé activamente a tapar la entrada del nicho. Apenas había colocado al primer trozo de mi obra de albañilería, cuando me di cuenta de que la embriaguez de Fortunato se había disipado en gran parte. El primer indicio que tuve de ello fue un gemido apagado que salió de la profundidad del recinto. No era ya el grito de un hombre embriagado. Se produjo luego un largo y obstinado silencio. Encima de la primera hilada coloqué la segunda, la tercera y la cuarta. Y oí entonces las furiosas sacudidas de la cadena. El ruido se prolongó unos minutos, durante los cuales, para deleitarme con él, interrumpí mi tarea y me senté en cuclillas sobre los huesos. Cuando se apaciguó, por fin, aquel rechinamiento, cogí de nuevo la paleta y acabé sin interrupción las quinta, sexta y séptima hiladas. La pared se hallaba entonces a la altura de mi pecho. De nuevo me detuve, y, levantando la antorcha por encima de la obra que había ejecutado, dirigí la luz sobre la figura que se hallaba en el interior.
Una serie de fuertes y agudos gritos salió de repente de la garganta del hombre encadenado, como si quisiera rechazarme con violencia hacia atrás.
Durante un momento vacilé y me estremecí. Saqué mi espada y empecé a tirar estocadas por el interior del nicho. Pero un momento de reflexión bastó para tranquilizarme. Puse la mano sobre la maciza pared de piedra y respiré satisfecho. Volví a acercarme a la pared, y contesté entonces a los gritos de quien clamaba. Los repetí, los acompañé y los vencí en extensión y fuerza. Así lo hice, y el que gritaba acabó por callarse.
Ya era medianoche, y llegaba a su término mi trabajo. Había dado fin a las octava, novena y décima hiladas. Había terminado casi la totalidad de la oncena, y quedaba tan sólo una piedra que colocar y revocar. Tenía que luchar con su peso. Sólo parcialmente se colocaba en la posición necesaria. Pero entonces salió del nicho una risa ahogada, que me puso los pelos de punta. Se emitía con una voz tan triste, que con dificultad la identifiqué con la del noble Fortunato. La voz decía:
-¡Ja, ja, ja! ¡Je, je, je! ¡Buena broma, amigo, buena broma! ¡Lo que nos reiremos luego en el palazzo, ¡je, je, je!, a propósito de nuestro vino! ¡Je, je, je!
-El amontillado -dije.
-¡Je, je, je! Sí, el amontillado. Pero, ¿no se nos hace tarde? ¿No estarán esperándonos en el palazzo Lady Fortunato y los demás? Vámonos.
-Sí -dije-; vámonos ya.
-¡Por el amor de Dios, Montresor!
-Sí -dije-; por el amor de Dios.
En vano me esforcé en obtener respuesta a aquellas palabras. Me impacienté y llamé en alta voz:
-¡Fortunato!
No hubo respuesta, y volví a llamar.
-¡Fortunato!
Tampoco me contestaron. Introduje una antorcha por el orificio que quedaba y la dejé caer en el interior. Me contestó sólo un cascabeleo. Sentía una presión en el corazón, sin duda causada por la humedad de las catacumbas. Me apresuré a terminar mi trabajo. Con muchos esfuerzos coloqué en su sitio la última piedra y la cubrí con argamasa. Volví a levantar la antigua muralla de huesos contra la nueva pared. Durante medio siglo, nadie los ha tocado. In pace requiescat!


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Publicado por VRedondoF para CyRc el 7/22/2010 07:53:00 AM
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[FRP] Joder, qué tropa


Joder, qué tropa

Conde de RomanonesSi les preguntó quién es el autor de la frase "joder, qué tropa", seguro que muchos me responderán que no es otro que el líder del Partido Popular, de España, Mariano Rajoy. No hace mucho que la pronunció, aunque no recuerdo ahora mismo a santo de qué y, si les soy sincero, no me interesa lo más mínimo, ya que hoy hablamos del Conde de Romanones.

Se le atribuye a él esta frase, aunque no se sabe muy bien si por tradición oral o si porque realmente la dijo. Según parece, cuando el conde fue propuesto para la Real Academia, alguien le aconsejó que sería bueno "hacer algo de campaña" visitando a los miembros por separado para recabar apoyos. Así lo hizo el ilustre candidato y, por supuesto, todo el mundo le aseguró su voto.

Hecho el recuento de la votación, el secretario del conde se le acercó y le dijo: "Excelencia, malas noticias, no hemos salido". El conde se quedó cariacontecido y sorprendido y preguntó por el número de votos positivos que había tenido. La respuesta: ninguno. En ese momento fue cuando el Conde de Romanones dijo la famosa frase: "Joder, ¡qué tropa!".


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Publicado por VRedondoF para FRP el 6/21/2010 07:44:00 AM
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[FN] ¡¡¡ CAMBIAR, CAMBIAR, CAMBIAR !!!

NOTA DE VRedondoF : frase magistral  original de Central (grupo cooperativo de Distribucion comercial).
La tenia en un cuadrito  colgado en mi despacho , para que no se me OLVIDARA y asi tenerla presente CONSTANTEMENTE.
Ademas la tenia como GP nº1 (Gestion Permanente nº1 )(1) con el Titulo "ANTI-RUTINA GENERATIVA"

¡¡¡ CAMBIAR, CAMBIAR, CAMBIAR !!!


Cambiar la posicion de las mesas en la oficina;
Cambiar de sitio al personal;
Cambiar de restoran;
Cambiar , cambiar de todo.


CAMBIAR ...
Lo que hacemos hoy , ya no vale para mañana .
(Hagamos cambios para que no se nos pase la vida sin darnos cuenta) Centra








*
(1) GP = Gestion Permanente , es una tactica de GESTION PERSONAL perteneciente a la TECNICA AP ( Agenfa Perpetua ) que tenia desarrollado en mi etapa profesional y que denominaba MySN (Metodo y Sistemas Normalizado)
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[FRP] Zapatero a tus zapatos


Zapatero a tus zapatos

Cuando uno se mete en el terreno de otros, saca los pies de su tiesto o valora, no muy positivamente, un trabajo ajeno su dominio, se arriesga a que le suelten este dicho a la cara. Una forma un poco más elegante de decirle a alguien que se meta en sus asuntos.

Esto ya ocurría en la antigua Grecia, origen de este dicho. Al parecer no era extraño que alguien acudiera al ágora (la plaza pública) para que el público valorara su obra. En una ocasión, Apeles, un famoso pintor, expuso allí un retrato. Un zapatero le recriminó que algunas partes no estaban del todo conseguidas y el pintor, humildemente, reconoció los fallos y retocó el cuadro en su taller.

Volvió al ágora después de los retoques y allí se encontró de nuevo el zapatero. Este, ligeramente orgulloso por haber dado tan buena opinión, a su juicio, en la primera ocasión, al ver que el pintor había modificado la obra, hizo otra serie de reproches. El pintor Apeles, un pelín irritado por la arrogancia del casual crítico, le dijo aquello de "zapatero a tus zapatos", y ahí nació este famoso dicho.

Fuente: Expresiones y dichos populares de José Calles y Belén Bermejo


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Publicado por VRedondoF para FRP el 6/03/2010 06:47:00 AM
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[FxA] JMiur


NOTA DE VRedondoF : en color rojo las frases que para mi son MUY APROVECHABLES.

7, 8, 9 y 10

de Vagabundia 

  1. No todo lo que hacemos le importa a alguien, basta que nos importe a nosotros.
  2. No todo lo que vemos en otro lado podremos aplicarlo a nuestro sitio. Todos tenemos limitaciones y siempre habrá algo que no podremos hacer.
  3. Aunque corrija veinte veces algo, siempre es posible que haya un error.
  4. Cuanto más aprendemos, más dudas tendemos. No porque sepamos menos sino porque empezaremos a darnos cuenta de todo lo que ignoramos.
  5. Tener un blog es tan sencillo como querramos o tan complicado como se nos ocurra. No saber nada de HTML no es una limitación a menos que se nos de por ir un poco más allá.
  6. Hacer click click click o copiar y pegar sin saber lo que hacemos es el camino más seguro hacia el desastre.
  7. No todo lo que brilla es oro, no todos los consejos son universalmente válidos; siempre hay, por lo menos, dos soluciones válidas para un mismo problema.
  8. Si algo funciona es que está bien y seguro que puede mejorarse pero ... si algo funciona es que está bien.
  9. La única diferencia entre un blog y el Purgatorio es que del Purgatorio puede salirse.
  10. Lo mejor que tienen las listas de consejos es que podemos no leerlas.


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Publicado por VRedondoF para FxA el 5/02/2010 06:20:00 PM
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[FxA] Wody Allen




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Publicado por VRedondoF para FxA el 4/14/2010 03:48:00 PM
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[FRP] Lanza en ristre

de Curistoria


El dicho "estar con la lanza en ristre" indica que alguien está dispuesto para contestar o luchar por algo con firmeza o emprender una acción complicada. También se usan expresiones similares como "se dirigió allí lanza en ristre", con el mismo sentido. La explicación de este dicho es tan sencilla como lógica y descansa en lo que es el ristre.

El ristre, que pueden ver claramente en la parte izquierda del pecho de la imagen que acompaña esta entrada, es una pieza que se incorporaba en las armaduras con el objeto de apoyar y sujetar (para que no cayera y también para que no se desplazara hacia atrás) la lanza en las acometidas. Como salvo en combate, el resto del tiempo podría ser más un estorbo que una ayuda, estas piezas solían tener un sistema por el que se abatían, quedando paralelas al pecho y molestando menos. En cualquier caso, llevar una armadura ya debía ser suficiente molesto y complicado.

Imagen tomada de Tercios de Flandes


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Publicado por VRedondoF para FRP el 4/09/2010 10:09:00 AM
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[FxA] Benjamin Franklin

El famoso Benjamin Franklin paseaba cierto día con un amigo, más joven que él, que le preguntaba sobre la ansiedad y la inquietud que provoca el hecho de poseer demasiadas riquezas. Aquél le dio un ejemplo práctico.

Viendo cerca una canasta de manzanas, tomó una de ellas y se la dio a un niño, quien le agradeció con una amplia sonrisa. Tomó entonces otra manzana, y se la dio también. La alegría del pequeño ya no tenía límites. Tomando una tercera manzana, se la ofreció al niño. Este, a pesar de que tenía sus dos manos ocupadas, con gran esfuerzo logró coger la tercera manzana, pero en un descuido la última manzana cayó a un riachuelo cercano. El chico rompió a llorar.

"He aquí un hombre pequeño con demasiadas riquezas para poder gozar de ellas -dijo Franklin-. Con dos manzanas era feliz; con tres ya no lo es."


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Publicado por Victorino Redondo F. para FxA el 4/05/2010 10:42:00 AM
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[FxA] Les Luthiers - Frases Geniales




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Publicado por VRedondoF para FxA el 4/04/2010 03:33:00 PM
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[La Caja] SEGUNDA PARTE - Cómo entramos en la caja - Kate


SEGUNDA PARTE
Cómo entramos en la caja
Kate
Sólo había estado con Kate una vez. Ella fue la última de mis ocho entrevistadores. Me agradó en seguida, y desde entonces había averiguado que eso mismo le sucedía a casi todo el mundo en la empresa.
Su historia era en cierto modo la de Zagrum y, como sucedía con la de la empresa, se contaba y se transmitía a los empleados recién llegados. Entró a formar parte de la empresa en cuanto terminó sus estudios, creo que en el Williams College, hacía ya unos veinticinco años, con un título en historia. Fue una de las primeras veinte empleadas de Zagrum y empezó tomando pedidos. En aquellos tiempos parecía como si el futuro de la empresa estuviera rodeado de constantes dudas. Después de cinco años, convertida ya en directora de ventas de Zagrum, Kate se marchó en busca de una mejor oportunidad, aunque terminó por cambiar de idea gracias a una apelación personal del propio Lou. Desde entonces y hasta la jubilación de Lou, Kate había sido la segunda al mando en Zagrum, la «mano derecha» de Lou, por así decirlo.
Una vez que él se jubiló, fue nombrada presidenta ejecutiva.
—Hola, Tom —me saludó, tendiéndome la mano—. Es agradable verle de nuevo. ¿Le trata bien la vida?
—Sí, no puedo quejarme —contesté, haciendo un esfuerzo para ignorar, por el momento, tanto mi sorpresa por encontrármela como por el desastre en que se había convertido mi vida familiar—. ¿Ya usted?
—Me temo que nunca hay un momento para aburrirse —contestó con una risita.
—Casi no puedo creer que recuerde usted quién soy —le dije.
—¿Qué? ¿Olvidar a un socio de los St. Louis Cardinals? Nunca. Además, acudo para reunirme con usted.
—¿Conmigo? —pregunté con incredulidad, señalándome el pecho con un dedo.
—Así es. ¿Bud no le dijo nada?
—No, o al menos no lo creo, y estoy seguro de que lo recordaría si me lo hubiera dicho.
—Bueno, quizá pretendía darle una sorpresa. Imagino que se la he echado a perder —dijo con una mueca burlona sin que, al parecer, lo lamentara—. No tengo muchas oportunidades de tomar parte en estas sesiones, aunque lo intento si me lo permite mi agenda. En realidad, es lo que más me gusta de todo.
—¿Reuniones sin fin para hablar de los problemas de la gente? —pregunté en tono jocoso.
—¿Cree acaso que es eso lo que está sucediendo? —me preguntó con una ligera sonrisa en los labios.
—No, sólo bromeaba. En realidad, es todo bastante interesante, aunque tengo algunas cuestiones que plantear.
—Bien. Esperaba que fuera así. Y está usted con la persona adecuada. No hay nadie mejor que Bud para aprender todo esto.
—No obstante, tengo que decir que me asombra que usted y Bud vayan a pasar toda la tarde conmigo. Quiero decir, ¿no tienen una forma más importante de utilizar su tiempo?
Kate se detuvo de pronto y, del mismo modo repentino, hubiera querido retirar aquella pregunta. Ella me miró con seriedad.
—Quizás esto le parezca extraño, Tom, pero no hay, realmente, nada más importante que esto, al menos desde nuestro punto de vista. Casi todo lo que hacemos aquí, en Zagrum, desde nuestras formulaciones de trabajo hasta nuestros procesos de información y nuestras estrategias de medición, todo eso se crea sobre la base de lo que está usted aprendiendo. «¿Qué tiene que ver todo esto con la medición?», me pregunté. No pude ver relación alguna.
—Pero todavía no cabe esperar que haya desarrollado ya una cierta sensibilidad sobre el tema. Apenas acaba de empezar. De todos modos, creo que sé a qué se refiere.
—Reanudó el paso, aunque ahora más lentamente—.
Parece un poco excesivo tenernos a Bud y a mí atados a usted durante toda la tarde. Y ciertamente, es un poco excesivo. Yo no necesitaría estar aquí. Bud es mucho mejor explicándolo todo. Lo que sucede es que el tema me agrada tanto que, si pudiera, si no tuviera todas las otras responsabilidades que me atan, estaría presente en cada una de estas reuniones. ¿Quién sabe? Quizás algún día le arrebate a Bud esa responsabilidad —dijo, echándose a reír sólo de pensarlo—. Hoy es una de esas raras ocasiones en las que puedo estar presente, aunque es posible que tenga que salir un poco temprano.
Durante un momento, caminamos en silencio.
—Bueno, dígame cómo han ido las cosas hasta el momento —me preguntó.
—¿Se refiere a mi trabajo?
—A su trabajo, sí, aunque en realidad me refería a su experiencia de hoy.
¿Cómo le ha ido?
—Bueno, aparte de enterarme de que estoy metido en la caja, todo va estupendamente —contesté con una amplia sonrisa.
—Sí, ya sé lo que quiere decir —asintió Kate echándose a reír—. Pero no se lo tome de forma tan rígida. Bud también está en la caja, ¿sabe? —me dijo con una suave sonrisa, tocándome ligeramente el codo—. Y, si le sirve de consuelo, yo también.
—Pero si por lo que parece todo el mundo está en la caja, incluidas personas de tanto éxito como usted y Bud, ¿a qué viene todo esto?
—La cuestión es que, aun cuando a veces estemos en la caja, y probablemente siempre lo estaremos en mayor o menor medida, hemos alcanzado el éxito gracias a las veces y las formas en que aquí, en esta empresa, hemos estado fuera de ella. El propósito de todo esto no es la perfección. Nada más lejos de la realidad. Se trata, simplemente, de mejorar. Mejorar de una forma tan sistemática y concreta, que permita mejorar a su vez al personal de la empresa. Es esa clase de mentalidad de liderazgo, aplicada a todos los niveles de la organización, lo que nos distingue. »Parte de la razón por la que acudo a estas sesiones siempre que puedo es para recordar algunas cosas. La caja es un lugar lleno de trampas. Seguro que al final de la jornada ya habrá comprendido mucho más al respecto.
—Pero hay una cosa que me tiene perplejo ahora mismo, Kate.
—¿Sólo una cosa? —me preguntó sonriente mientras subíamos la escalera hacia el tercer piso.
—Bueno, quizá más de una, pero ahí va una para abrir boca. Si hay realmente dos formas de ser, la de estar fuera de la caja, en la que veo a la gente como personas, y la de estar dentro de ella, en la que veo a las personas como objetos, ¿qué le hace a uno ser de una forma o de otra? —Estaba pensando en Laura y en lo imposible que es—. Quiero decir, estoy pensando en una situación en la que resulta imposible estar fuera de la caja con respecto a alguien. Realmente imposible.
Daba la impresión de que debía continuar el pensamiento o la cuestión, fuera la que fuese, pero no se me ocurrió nada más que decir, así que me detuve.
—Creo que Bud debería intervenir para contestar esa pregunta —dijo Kate— Ya hemos llegado.


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Publicado por VRedondoF para La Caja el 4/03/2010 12:57:00 PM
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[FRP] Popurrí de FRyP a clasificar.


El dinero hace hombres ricos,
el conocimiento hombres sabios,
la humildad hace hombres grandes.
A buena hambre, no hay pan duro.

"La riqueza es como el agua salada, cuanto más se bebe, más sed produce." Schopenhauer

Algo es algo, dijo, al ver un hueso, un galgo.

"Todo político divide a la humanidad en dos clases: los seres utilizables, y los enemigos" Nietzsche

A quien vive pobre por morir rico, llámale borrico.

Todos vivimos bajo el mismo cielo, pero ninguno tiene el mismo horizonte." Konrad Adenauer

Acuérdate, nuera, de que también serás suegra.

"Los pueblos débiles y flojos, sin voluntad y sin conciencia, son los que se complacen en ser mal gobernados." Jacinto Benavente

A lo que no puede ser, paciencia.

"Cuando es más corrupto el estado, hay más leyes." Tácito

A quien te engañó una vez, jamás le has de creer.

"Equivocarse, y a pesar de ello, deber otorgar confianza a mi ser interior, esto es el hombre." Gotfried Benn

Al que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.

"Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría." Proverbio Árabe

Al mal segador, la paja le estorba.

El político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su responsabilidad; mesura en sus actuaciones." Max Weber

Acoge lo provechoso, y no admitas lo dañoso.

"Cuando llega el tiempo en que se podría, ha pasado el tiempo en que se pudo."

Árbol que no frutea, bueno es para leña.

Aquí yace quien nació y murió, sin saber nunca para qué vivió.

"Si fuéramos capaces de unirnos, qué hermoso y que cercano seria el futuro"
Che Guevara

Al hombre mayor, dale honor.

"No debe cometerse una injusticia aun cuando el universo se desplome." José Felix Restrepo

A la gallina y a la mujer, le sobran nidos donde poner.

"El placer es el bien primero. Es el comienzo de toda preferencia y de toda aversión. Es la ausencia de dolor en el cuerpo y de inquietud en el alma." Epicuro

Algo busca en tu casa quien te hace visitas largas.

"El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo." Epicuro

A maestro de espada, aprendiz de pistola.

"Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio." Proverbio Hindú

Aceite de oliva, todo el mal quita.

"El Mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños." Paulo Coelho

Ara bien; y cogerás Maíz.

"No pases el tiempo con alguien que no esté dispuesto a pasarlo contigo." Gabriel García Márquez

Abre el ojo, y te ahorrarás enojos.

"Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas." Albert Einstein

A los treinta doncellez, muy rara vez.

"Para saber hablar es preciso saber escuchar." Plutarco

Amores nuevos olvidan los viejos.

"Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida." Proverbio Chino

Aunque las sillas hayan cambiado, los asnos siguen siendo los mismos.

"Nunca consideres el estudio como una obligación sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber." Albert Einstein

A palabras necias, oídos sordos.

"Una mujer hermosa agrada a los ojos; una mujer buena agrada al corazón; la primera es un dije; la segunda es un tesoro." Napoleón Bonaparte

Agua que no has de beber, déjala correr.

"El sabio no dice nunca todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice." Aristóteles

A grandes males, grandes remedios.

"Nunca sabréis quiénes son vuestros amigos hasta que caigáis en desgracia." Napoleón Bonaparte

A río revuelto, ganancia de pescadores.

"No te lamentes de tus errores, aprende de ellos" Bill Gates

A falta de caballos, troten los asnos.

"No importa que tan lento vayas, lo importante es nunca detenerse" Confucio

Buena es la justicia si no la doblara la malicia.

"Los libros son más livianos que las herramientas del obrero o del labrador, estudia hijo o terminarás desempeñando alguno de estos oficios." Hermes Varillas Labrador

Buen porte y buenos modales, abren puertas principales.

"La sabiduría no ejerce ninguna autoridad, y aquellos que ejercen la autoridad no son sabios." Jiddu Krishnamurti

Bicho malo, nunca muere.

"La filosofía es un afán del saber libre y desinteresado."Pitágoras

Buenas acciones valen más que buenas razones.
"Sin lucha no hay progreso" Frederick Douglas

Caballo de regalo, tenlo por bueno aunque sea malo.

"No estudio por saber más, sino por ignorar menos." Sor Juana Inés de la Cruz

Cuando escribas alguna carta, léela despacio antes de enviarla.

"La lisonja no es otra cosa que un medio falso y perverso de un mediocre para alimentar el egoísmo de alguien poco cuerdo" Hermes Varillas Labrador

Cuando los ciegos guían, ¡ay de los que van detrás!.

"Se aprende poco con la victoria, en cambio, mucho con la derrota" Proverbio Japonés

Calla, haz, y con la tuya te saldrás.

"Quiero morir siendo esclavo de los principios, no de los hombres" Emiliano Zapata

Corazón cobarde no conquista damas ni ciudades.

"Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos." Willian Shakespeare

Allá donde fueres, haz lo que vieres.

"Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez."Quevedo

A quien madruga, Dios le ayuda.


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Publicado por Victorino Redondo F. para FRP el 4/02/2010 10:40:00 AM
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