Las he recopilado este fin de semana. He añadido alguna de tiempos pasados… no tan lejanos. Piensen en el PP o en el PSOE… da igual. Las han utilizado ambos en algún momento. Una tras otra confirman la vacuidad de nuestra clase política. En mitad de una crisis que está dejando a tanta gente con una mano delante y otra detrás, ¿se puede resultar más frívolo, más infantil, más insustancial? ¿Qué se puede esperar de quien, tras ver aireadas sus propias vergüenzas, emplea frases chorras como estas?
“No me va a temblar el pulso si descubro irregularidades”
(Supongo que no le va a temblar el pulso porque, después de haber llegado a la presidencia de un partido que ha gestionado gente como Bárcenas en las últimas décadas, pocas cosas pueden realmente asustarle).
“Vamos a tener tolerancia cero contra la corrupción”
(Tolerancia cero… esa técnica de disuasión implacable que en España se agota al pronunciar la palabra “cero”)
”Me he enterado por la prensa”
(No hace mucho era la frase favorita de Felipe González, pero bastó que otros llegaran al poder para disputársela al líder socialista)
”Hay que respetar la presunción de inocencia”
(Efectivamente, es así; pero mientras respetamos la presunción de inocencia de Bárcenas, ¿por qué no le exigís que ofrezca alguna explicación medianamente convincentes a la opinión pública?. Bastaría una llamada del tipo: “Tío, Luis, no me fastidies. Que tenemos a media España cabreada. ¿Por qué no sales en la tele y explicas que eso de los sobresueldos es una invención? ¿Cómo? ¿Que no es una inv…?
“Pongo la mano en el fuego por él…”
(Método infalible en política para ingresar por la vía rápida en la unidad de quemados)
“No se puede demostrar que no es inocente…”
(Lo que más me hace gracia de esta frase es su profundo sustrato galaico: tengo que pararme a pensar para saber qué es exactamente lo que ha querido decir el presidente Rajoy. Me acuerdo de Al Capone: mientras estuvo vivo nunca se demostró su culpabilidad en la matanza de San Valentín y en todo tipo de fechorías; sólo le pudieron encarcelar por evasión de impuestos).
“Este es un partido de gente honesta”
(“A las pruebas me remito”, le faltó decir, pues no hay forma de ver a un político en la cárcel. Ni siquiera los responsables políticos de las cajas).
“Que la justicia actúe caiga quien caiga”
(Y mientras actúa, cantamos: “pasarán más de mil años, mucho más…”)
“Somos los primeros interesados en que todo se esclarezca”
(Esto explica, supongo, que gente como Bárcenas haya seguido trabajando en el PP incluso estando ya imputado: para esclarecerlo todo, ¿verdad?
“Ellos no son los más indicados para hablar de corrupción”
(Apabullante argumento de quien no tiene otra bondad que ofrecer que su propia indecencia, que presume menor que la de su adversario político)
“Voy a ser extremadamente beligerante contra la corrupción”
(Seguro, tan beligerante como sus predecesores. Vaya ímpetu gasta el señor Fiscal. Ha sido tener noticia de su beligerancia y ponerse a temblar todos los corruptos. Tanto como la mano de Rajoy).
Dejo la mejor para el final. Se la he oído al ex presidente extremeño Guillermo Fernández Vara. Ojo con la perla demagógica del susodicho:
“Hay que endurecer las penas por corrupción para equipararla con las del asesinato, porque la corrupción es una forma de matar la confianza de los ciudadanos”.
A esto le llaman en mi pueblo, con perdón, “mear fuera de tiesto”. No, señor Fernández Vara. La gente distingue perfectamente entre un robo y un asesinato. Y estaría encantada con que los corruptos españoles cumplieran, al menos, la mitad de las penas que merecen por llevarse el dinero público.
Basta contemplar la profundidad de estas frases para hacerse una idea de la seriedad de sus intenciones para atajar el problema.