Uno de los pasajes más profundos de Don Quijote se encuentra en el capítulo LIII de la segunda parte. Es un pequeño compendio de reflexiones sobre los delirios de grandeza, la falta de sinceridad consigo mismo, la amistad y la honestidad. Un pasaje más útil que muchos libros de gestión y de autoayuda.
Sancho Panza está gobernando por fin su ínsula, ese pequeño territorio que le había prometido Don Quijote desde que comenzaran a cabalgar.
En realidad, todo forma parte de un engaño. Los habitantes del pueblo se hacen pasar por sus súbditos con la aviesa intención de torturarle y someterle a toda clase de burlas.
Es entonces cuando Sancho Panza se da cuenta adónde le han llevado sus delirios de grandeza. Está amaneciendo y en lugar de desvestirse para echarse en la cama, se pone la ropa, y va a las caballerizas. Allí está el burro que le ha acompañado en todas sus desdichas. Sancho Panza le besa y con lágrimas en los ojos le dice:
—Venid vos acá, compañero mío y amigo mío y conllevador de mis trabajos y miserias: cuando yo me avenía con vos y no tenía otros pensamientos que los que me daban los cuidados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos.
Están de testigos varios personajes importantes del pueblo, que no abren la boca. Sancho sigue:
—Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos.
En ese mismo parlamento, Sancho prosigue diciendo:
—Digan al duque mi señor que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas.
Y antes de alejarse, termina con estas palabras:
—… y volvámonos a andar por el suelo con pie llano, que si no le adornaren zapatos picados de cordobán, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda. Cada oveja con su pareja, y nadie tienda más la pierna de cuanto fuere larga la sábana; y déjenme pasar, que se me hace tarde.
Impresionados por su humildad, los pueblerinos le ofrecen todo lo que quiera para acomodar su viaje:
“Sancho dijo que no quería más de un poco de cebada para el rucio y medio queso y medio pan para él, que pues el camino era tan corto, no había menester mayor ni mejor repostería. Abrazáronle todos, y él, llorando, abrazó a todos, y los dejó admirados, así de sus razones como de su determinación tan resoluta y tan discreta”.
Ambición, soberbia desmedida, delirios de grandeza, honestidad, autenticidad, sinceridad consigo mismo, amistad, vuelta a los orígenes, no aprovecharse de los cargos públicos para forrarse… ¿No es eso de lo que hablan muchos libros de ética, de autoayuda y de gestión?
(Hoy es el día del libro para recordar el día en que murió Cervantes. En realidad falleció el 22 de abril de 1616, y el funeral fue el 23. Se puede leer ese capítulo pinchando aquí). Te gustará leer: